Latın Amerika

Dejando aparte el hecho, muy probable, de que con anterioridad a Colón hubiesen llegado a las costas americanas otros navegantes, como los vikingos o los vascos, es innegable que fueron los españoles los que a partir de la aventura colombiana pusieron el Nuevo Mundo en contacto y al alcance de los europeos. Y del descubrimiento y conquista de América hay un hecho que ha sumido en la perplejidad a cuantos lo han estudiado: el arrojo y la temeridad de los conquistadores. Debemos tener en cuenta que Cortés acabó con el imperio de Moctezuma, con un ejército de seiscientos soldados y que Pizarro, para someter a las Incas, contó sólo con ciento ochenta hombres. El carácter de estos hombres y, sobre todo, el predominio de los hidalgos en la dirección de las expediciones, dejaron una huella particular en todo el proceso de la conquista.

Traían consigo desde Castilla las ambiciones, los prejuicios, los hábitos y los valores que habían adquirido en su patria. En primer lugar, y ante todo, eran soldados profesionales, adiestrados para las dificultades y la guerra.

Tenían también una mentalidad tremendamente legalista y extendían siempre documentos, incluso en los lugares y situaciones más inverosímiles, para determinar con exactitud los derechos y los deberes de cada miembro de la expedición. Poseían asimismo, una capacidad infinita de asombro ante el extraño mundo que surgía ante sus ojos e interpretaban sus misterios tanto a partir de su caudal de imaginación como a partir de su experiencia pasada. La dedicación requería, sin embargo, una causa y el sacrificio, una recompensa. Ambos aspectos fueron descritos con una franqueza extraordinaria por un fiel compañero de Cortés, el historiador Bernal Díaz del Castillo: Vinimos aquí por servir a Dios y Su Majestad y también por haber riquezas. Los conquistadores llegaron al Nuevo Mundo en busca de riquezas, honor y gloria. 

J.H. Elliot, La España Imperial (1469-1716)